sábado, 22 de agosto de 2009

LA HISTORIA DE VENUS (I)


(Now also translated in English in http://maritza-in-english.blogspot.com/)

Hace casi ocho años que Venus entró a formar parte de mi vida. Todo empezó con una llamada a mi móvil del que era mi pareja un sábado, 4 de Noviembre:

- Hola, te llamo porque acabo de adquirir un bicho peludo a cuatro patas.
- ¡No es posible! Sabes que tenemos a Chico ya en casa – un gato que tenía ya seis meses, que compartía un piso de una habitación con nosotros.
- ¡Lo sé, pero es tan bonita!

En un principio, la idea no me hizo gracia, pero transigí. Total, pronto iríamos a vivir a una casa terrera con jardín detrás y podríamos estar todos más cómodos.

Esa noche tuve una celebración y no tuve la oportunidad de ver al “bicho peludo a cuatro patas” hasta el día siguiente. Al verla, no pude sino encogerme de hombros y “enamorarme” de ella. Tenía las patas y las cejas color marrón y el resto era todo negro. Sus patas anchas daban que pensar en que podía terminar siendo algo parecido a una rottweiler… Nada más lejos de la realidad: todavía la gente apuesta que tiene mezcla de grifón con beagle y el pelaje de yorkshire.

Su historia conmigo comenzó cuando alguien (algún irresponsable) dejó abandonada una caja de cartón con cachorritos en la puerta de un hotel en el sur de Tenerife. Una de ellas es el personaje de esta historia, la que tuvo más suerte que el resto, por lo que he oído decir… Todavía no me cabe en la cabeza cómo es que existan todavía personas que hagan esta crueldad y puedan vivir sin remordimiento de conciencia… pero esta no es la historia de ellos: es la historia de Venus, la cachorrita afortunada.

Desde ese momento, Venus se integró perfectamente en la rutina de la familia. Era gracioso ver cómo Chico, el gato, y ella se ponían a jugar. Recién llegada era del mismo tamaño que el gato: en algo más de un mes ya había superado ese tamaño y su color preferente pasó a ser marrón. Hacía un par de trastadas, pero en seguida aprendía que no estaba bien hecho. Ese mismo año, la perrita se tomó mi plato de lentejas de Fin de Año (plato tradicionalmente denominado de buena suerte para el año entrante): ¿Qué iba a hacer, si se lo puse a su altura? Además, había que celebrar la fortuna que tuvo de que alguien la acogiera en su casa… Desde chiquitita ha tenido un instinto defensor y ha protegido las casas donde ha estado con sus ladridos: todavía me acuerdo de la manera tan ruidosa con la que nos recibió un día en casa, cuando estábamos todavía mudándonos a una casa con jardín. No tenía ni tres meses y ya daban miedo sus ladridos…

(continuará)

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