jueves, 13 de octubre de 2011

Ningún extremo es bueno

En Julio hubo una cadena de atentados en Irak. Un país asolado por una guerra sin contornos definidos, donde no se sabe quién ha ganado. Una guerra que comenzó con una excusa (armas de destrucción masiva pendientes de destruir). El derrocamiento del dictador no supuso el supuesto fin de la confrontación. Esta guerra ha dejado atrás un país dividido en varios grupos étnicos, que no quieren ser dominados por los demás. Un país en el que las personas, cuando se despiden, lo hacen para siempre (por si acaso).

Ese mismo mes nos sorprendió con unos atentados cometidos (que se sepa hasta ahora) por una persona. En un país donde no había pasado nada, uno de los lugares más tranquilos y pacíficos del mundo: Noruega. Este señor decidió matar porque pensaba que los miembros del partido socialista eran una amenaza para el pueblo noruego. Como un Hitler cualquiera, quiso reproducir una masacre de los "no-puros", los que no se merecían ser llamados noruegos...

Todos estos son ejemplos de extremos... Ni en contra de los que ponen bombas en Irak, ni a favor de los que piensan que los que son distintos son una amenaza. En todos los casos estamos hablando de extremos que no hacen más que daño.

Personalmente, como suelo decir, no comulgo con la Iglesia, por muchos motivos. Pero eso no significa que vaya a atacar a las personas que piensan distinto que yo o que tenga distinta apariencia que yo. Por desgracia en todos los ejemplos que he dado, la religión ha sido la fuerza detrás de estos ataques contra otras personas.    Han utilizado su religión para justificar el daño cometido. Los de Irak creyendo que al convertirte en mártir, te van a esperar 10,000 vírgenes en el cielo. El de Noruega, creyendo que un tipo de persona que no se ajuste a los estándares europeos (cristiano, raza aria...) no es digno de estar vivo. Y estoy segura de que todas las religiones del mundo pregonan el hacer el bien a los demás, sean quien sean.