domingo, 16 de agosto de 2009

ARREGLANDO EL MUNDO


(Now also translated in English in http://maritza-in-english.blogspot.com/)

Hoy en día, sitio por donde vayas, sitio donde las conversaciones tienden a un mismo lugar: la crisis. En la cola del paro, en las llamadas telefónicas, en las reuniones sociales, incluso en tu propia casa. Todos creemos (incluido uno) tener la solución mágica para solucionar los problemas que padece el mundo. Lo malo es que la gran mayoría hemos sufrido de manera directa o indirecta las consecuencias de estos tiempos que corren.
¿Qué es lo más fácil en estas circunstancias? Echarle la culpa a otros. Cierto es que ha habido unos cuantos que se han aprovechado de la codicia existente de unos cuantos para hacer y crear agujeros financieros que sólo Dios sabe dónde está el fondo. Los bancos, creando expectativas a los más poderosos a través de los sueños de los más modestos, que no pudieron aguantar tantas deudas y tuvieron que dejar todo por lo que habían luchado toda su vida…
La globalización ha contribuido a que las deudas de una familia humilde de Alabama influyan para que el banco de la esquina te niegue un crédito… Todo porque el banco de la esquina ha confiado en los paquetes de las hipotecas “subprime” disfrazadas y no saben si mañana van a poder pagar al empleado que te está atendiendo. Esto se ha dicho hasta la saciedad por los economistas y los cómicos más respetados del mundo… Incluso algunos están sacando provecho de la crisis: dan conferencias por el mundo, sacan libros que explican lo que está pasando, los ves en anuncios de una marca petrolera conocida. ¡Se venden como rosquillas!
Eso sí, nos olvidamos que esta no es la primera vez que el capitalismo se colapsa desde el interior: en 1929, 1973, 1989-90… Es cierto que esta vez no se ve la luz al final del túnel, pero, en esencia, la base es la misma: el provecho de pocos por el sacrificio de muchos… Todas estas crisis sirvieron para reestructurar lo que no servía y crear situaciones y empresas nuevas, adaptadas a las necesidades reales de la sociedad. Esta vez la reestructuración va a ser mayor que antes: hay que buscar otro queso si el nuestro apesta (“¿Quién se ha llevado mi queso?”, de Spencer Johnson, lectura recomendada para ahora y escrita hace más de diez años). En otras palabras, si mi negocio no funciona, buscar la manera distinta de que lo haga y, si no funciona así, buscar otro tipo de negocio. Ya no vale que la empresa lleva generaciones y siempre lo ha hecho así: renovarse o morir… que se lo digan a Madonna, la reina de los cambios.
De todas maneras, tenemos una responsabilidad también nosotros. No miremos hacia los lados esperando una solución. Hay que intentarlo. Hay que ver qué prioridades hay en la vida y dejar atrás lo que no necesitamos para vivir… Creo que muchos estamos haciendo esto ahora.
En cualquier caso, para mí, la definición de crisis va más allá de no poder comprar la última pantalla plana o no poder ir de viaje. Una crisis real significa no poder ofrecer un techo, educar, vestir, calzar y dar de comer a nuestros hijos. Mientras esas prioridades estén satisfechas, el resto de necesidades no son tal. Cuando veo en los centros comerciales las cafeterías llenas, los cines con cola y los carritos de la compra con los últimos juegos para la Wii, me pregunto: ¿Dónde está la crisis?
Una empresa de regalos publicitarios tiene una frase de la que extraigo parte: “La crisis es un momento difícil, donde no gana el más fuerte, no gana el más inteligente, gana quien mejor se adapta al medio…” (“Público”).

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