lunes, 17 de agosto de 2009

CRIANDO A LOS HIJOS DEL FUTURO


(Now also translated in English in http://maritza-in-english.blogspot.com/)

Mi hija estaba invitada hoy a una fiesta de cumpleaños infantil. Allí se reunieron familiares y amigos de la niña agasajada. Lo primero que preguntó al llegar fue: “¿Dónde están mis regalos?”… La sinceridad de los niños de 6 a 10 años es abrumadora: en cuanto abrió los regalos, comentó que ya no estaba muy por los chicos de High School Musical como el año pasado (le habíamos comprado un portalápices y un reloj con ese motivo). Cada vez que llegaba una visita la pregunta era la misma y daba grititos de alegría si el regalo era lo que ella estaba esperando.
Sus padres hicieron un gran esfuerzo para ofrecerle una fiesta, como hacen todos los años por estas fechas. Su madre parece que es otra niña más organizando cada detalle: comida especial para los niños, comida para los mayores, tentempiés, golosinas, castillo hinchable, pequeña piscina, lugar donde jugar a sus anchas… Como el cumpleaños de mi hija es en pleno invierno no puedo organizar su fiesta de esta manera y recurro a las empresas que hacen este tipo de eventos en lugares cerrados. Es un tipo distinto de “sacrificio”, pero, al fin y al cabo, lo hacemos por la felicidad de nuestros hijos.
Todo esto me ha hecho pensar en si lo que estamos haciendo los padres de hoy en día es lo correcto. Da la impresión de que estamos ofreciendo mucho sin pensar mucho en las consecuencias. Aunque parezca mentira, está comprobado que los niños son más felices si tienen unas referencias, unos límites dados por sus padres. Si seguimos así, lo que ofreceremos al mundo son personas malcriadas, que no se conforman con lo que tienen y que nunca serán felices.
Hoy he tenido la oportunidad de hablar con algunas madres en el almuerzo que sirvieron a los mayores y constaté que todas estamos preocupadas por la educación de nuestros hijos. Algunas se mostraban preocupadas por los malos modales que los niños puedan aprender en la escuela de otros niños. En realidad, lo que hay que preocuparse es de lo que puedan aprender en casa. Ahí está la base de toda educación. Los niños son como hojas en blanco que imitan lo que tienen más cerca: sus padres o tutores. Si nosotros, como sus responsables decimos palabras malsonantes, va a ser difícil que ellos dejen de decirlo; si no corregimos actitudes y/o aptitudes, van a seguir haciendo las cosas como siempre. Nosotros somos su faro, su guía, su ejemplo: si nosotros no los llevamos por el buen camino, no podremos quejarnos el día de mañana cuando se vuelvan unos adultos imposibles de tratar.
No estoy diciendo con esto que los niños de hoy en día no se merezcan regalos, atenciones especiales: no obstante, son niños y dejarán de serlo en el futuro, teniendo que cargar con las responsabilidades de un ser adulto. Eso sí: dándoles a entender lo afortunados que son y guiándoles con normas que ellos puedan entender.
Los niños de hoy en día, aunque no lo parezca, piden más tiempo con sus padres que el último juego para la Wii. A pesar de las circunstancias que nos rodean, voy a hacer lo posible por tener un poco de tiempo de calidad con mi hija, ya que la recompensa es muy grande: un ser humano más humano, consecuente y generoso para el futuro y una sonrisa de oreja a oreja cuando estoy con ella… Creo vale muchísimo la pena.

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