
(Now also translated in English in http://maritza-in-english.blogspot.com/)
Venus tuvo que afrontar un momento decisivo en su vida: la llegada de una “cachorra humana” en su vida. Dejó de ser motivo de preguntas para dejar paso a esa nueva “intrusa”. Siempre ha sido muy respetuosa con ella, dado que sabía que todos nos íbamos a enfadar con ella si hacia algo malo a esa criatura.
Pronto cambió a un master por otro: mi pareja dejó de vivir en casa y yo tuve que afrontar el papel de líder. Poco a poco nos fuimos adaptando la una a la otra y aprendimos a convivir sin roces… En ese momento, a Venus se le daban los comandos en francés, aunque ahora es “bilingüe” y entiende en los dos idiomas. Se le enseñó a sentarse, acostarse y a dar la patita, a no subirse a los sillones para echarse una siesta… en fin, lo normal para un perro. Costó muchos trozos de queso adiestrarla, pero también paciencia, tiempo y cariño.
Una vez más, Venus tuvo que cambiar de casa y dejó atrás un cómodo jardín por una azotea grande, pero azotea al fin y al cabo. Fueron unos años un poco duros, donde su presencia se confinaba a la parte alta de la casa y a pocas salidas. Venus siempre ha aceptado los cambios con estoicismo. A ella le bastaba con saber que yo estaba allí y que, si salía, volvería a ese sitio.
En esos momentos, a Venus no le gustaba mucho que la mangonearan otras personas que no fuera yo. A veces se mostraba un tanto hostil con la pequeña, aunque no pasó más allá de un susto. Fueron un par de años duros, pero en los que me di cuenta que ella formaba ya parte de mi pequeña familia.
Venus tuvo que afrontar un momento decisivo en su vida: la llegada de una “cachorra humana” en su vida. Dejó de ser motivo de preguntas para dejar paso a esa nueva “intrusa”. Siempre ha sido muy respetuosa con ella, dado que sabía que todos nos íbamos a enfadar con ella si hacia algo malo a esa criatura.
Pronto cambió a un master por otro: mi pareja dejó de vivir en casa y yo tuve que afrontar el papel de líder. Poco a poco nos fuimos adaptando la una a la otra y aprendimos a convivir sin roces… En ese momento, a Venus se le daban los comandos en francés, aunque ahora es “bilingüe” y entiende en los dos idiomas. Se le enseñó a sentarse, acostarse y a dar la patita, a no subirse a los sillones para echarse una siesta… en fin, lo normal para un perro. Costó muchos trozos de queso adiestrarla, pero también paciencia, tiempo y cariño.
Una vez más, Venus tuvo que cambiar de casa y dejó atrás un cómodo jardín por una azotea grande, pero azotea al fin y al cabo. Fueron unos años un poco duros, donde su presencia se confinaba a la parte alta de la casa y a pocas salidas. Venus siempre ha aceptado los cambios con estoicismo. A ella le bastaba con saber que yo estaba allí y que, si salía, volvería a ese sitio.
En esos momentos, a Venus no le gustaba mucho que la mangonearan otras personas que no fuera yo. A veces se mostraba un tanto hostil con la pequeña, aunque no pasó más allá de un susto. Fueron un par de años duros, pero en los que me di cuenta que ella formaba ya parte de mi pequeña familia.
(continuará)